Las vacaciones son un estado mental
Con San Juan y la hoguera y las rebajas se da el pistoletazo de salida del verano. Esos voladores estallando: pum, pum, pumpum, pum. Y la emoción y la sorpresa, las ganas de entregarnos a esa época legendaria que en realidad no acaba ni empieza nunca, porque siempre se mantiene en los recuerdos de la niñez. Esa noche que para algunos es mágica y para otros no, pero siempre es especial. Es curioso que en la noche más corta del año pasen tantas cosas y tengamos tantas vivencias.
El verano que llegó y en el que estamos, antes dejaba Oviedo desolado. Quienes más y quienes menos se iban a un sitio o a otros, desde Sotogrande al pueblo, el abanico es inmenso. El ovetense era un animal que veraneaba, pero ahora ya no o cada vez menos. La ciudad ofrece alternativas considerables, teniendo en cuenta que dónde mejor que en la playa en un día de calor, y existen oasis como MALA-SAÑA, donde uno apacienta la sed e incrementa el disfrute.
Nunca pasé un verano completo aquí, pero no sé que me da que se debe asemejar algo a la sensación de Itsaso Arana en ‘La virgen de agosto’, la maravillosa película de Jonás Trueba. Ir descubriendo esos rincones de vacaciones que te va entregando la ciudad y sus habitantes; esas fiestas de los barrios que hacen más fácil el pasar de la rutina, el avanzar del calendario.
Pum, pum, pumpum, pum. Estallan los voladores y también los fuegos, como estalla dentro de ti la alegría a cada trago de una buena copa, como te estalla el corazón y se trastoca la razón con una buena compañía. Un elixir que palia toda la pena y el hastío.
Cambian las caras en julio y agosto, el ovetense está acostumbrado a las mismas, a esa rutina que te ata y te lo da todo, a esa piedra en la que siempre tropezamos, “Pero que no me la quite nadie que es mía”. Y el calor, todo en llamas, en el telediario dicen que hay un incendio en Portugal y que una cornada en el encierro de San Fermín. Y tú en la terraza piensas que lo que de verdad arde es tu corazón y las ganas de hablarle, pero sigues ahí aferrado al mojito como un náufrago a la tabla. “Ponme otro, por favor”. Y tu mano calienta el vaso al que aprietas, se condensa y suda. Es verano, todo puede pasar y más si estás en MALA-SAÑA: el sitio en el que hay que estar y pasan cosas.
Te cruzas con algún conocido y con muchos turistas, bebes más de lo que deberías por semana, ya no sabes si es resaca o eras así. Pero no pasa nada, es verano en la ciudad y todo el mundo bebe demasiado, se nota en las sonrisas y la tranquilidad de la gente. Nada que no pueda remediar unas buenas gafas de sol.
Ya lo sabes, las terrazas están esperándote y la noche siempre te da una buena acogida. Si no hay vacaciones, siempre te queda ese rato después del curro: las vacaciones son un estado mental. Y si nos quitan la felicidad, qué nos queda. Nos vemos en la barra, brindo por ustedes.