Refugio espirituoso

Estas navidades he estado fuera de Asturias la gran parte del tiempo, ha sido por motivos laborales, pero que en estas fechas se entrelazan con el ocio, porque no todo puede ser trabajar, ni dignifica ni nada. Al no estar en casa uno vive estas fechas con una rara sensación, algo así como cuando en Nochevieja alzamos la copa para brindar y se nos vienen a la cabeza todos los que no están, pero un poco todo el tiempo. No se angustien, que lo he pasado bien. Lo digo porque es verdad y porque el pesimismo y el catastrofismo es de una falta de educación y gusto sin igual, aunque esto sólo aplica hasta los ochenta años, a partir de aquí uno ya puede decir lo que quiera y cuando quiera.

Veía desde la distancia y el frío de la montaña como los amigos y la familia tomaban la calle y las terrazas los días de sol y como acudían al calor de la barra los días de lluvia y las húmedas noches. Porque las barras, con todas sus historias y custodiadas por las botellas, al igual que los libros en una casa, abrigan y acompañan. Me llegaban al whatsapp fotos de negronis, con ese color crepuscular que adquiere cuando en una de esas mañanas altas el líquido es atravesado por un haz de sol y proyecta en la mesa una sombra fría, amarga y placentera. Me llegaban videos de gente cantando, pasándolo bien y calentando y estirando tanto los días que se engarzaban unos con otros. Echaba de menos lo mío y a los míos.

EN CASA

El 31 eché en falta el pasarme por MALA-SAÑA y brindar con toda esta gente que me hace tan feliz, que son amigos y que me abrieron las puertas a formar parte de este proyecto tan grande y bonito. Así que me dije que ir a verles es de lo primero que iba a hacer una vez llegase a casa. 

Y así fue. El primer día que estuve en Oviedo, un sábado ya pasado Reyes  y aún con las luces y ambiente navideño, atravesé las puertas para volver y poder decir realmente que ya estaba en casa. Para sentarme en esa barra y hablar de libros, toros, fútbol, copas, risas; de esa cosa tan manida que llamamos vida. Decía Jorge Berlanga que ‘Balmoral’ era “el último refugio espirituoso de Madrid”, algo así nos ocurre a muchos con MALA-SAÑA. Pero cada vez quedan menos sitios así en Oviedo, así que debemos cuidarlos y disfrutarlos.

Comenzamos 2023 arrastrando la resaca, los excesos y los gastos de lo vivido; pero con la pretensión de lograr algo grande, porque si uno no es ambicioso en el inicio jamás lo será ni llegará a nada. Nuevas o mismas metas, da igual, busquemos lograr los objetivos.

Nos vemos en la barra, brindo por ustedes.

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