Día perfecto
Madrugar y ver la lluvia y el cielo gris hacen que sea aún más difícil. Poner rumbo al trabajo -unos a la oficina, otros a la tienda, qué importa- bajo el frío de la mañana en el mes que se recibe el verano no es lo más motivador, la verdad. “Este verano, ¿qué?” se pregunta la gente al cruzarse. “Todo el año esperando el buen tiempo, que los días sean largos y podamos aprovecharlos, y otro junio de mal tiempo”.
Horas y horas trabajando bajo el consuelo del sol y la playa y las vacaciones y todo lo bueno que tiene el verano, que es más que una estación, tanto como la justificación de la vida. Uno piensa en los días interminables en los que uno sabe cuando empieza pero no cuando acaba, en las horas de su vida invertidas en el curro, en que maldito el momento en el que Eva mordió la manzana y mucho peor, en el primero en el primero que se inventó esa pantomima de que dignifica.
No cabe duda que el descanso es la parte más importante del acto de trabajar, aunque muchas veces lo descuidamos. Como en estas tardes de lluvia torrencial, donde uno se plantea salir de casa con una canoa para atravesar algunas calles, cansados de todo tras todo el día sin parar, y que, al caer la tarde, en esa hora violeta atravesamos la ciudad en busca de ese soplo de felicidad que es MALA-SAÑA.
Pedimos nuestro trago favorito, y con el primer sorbo sentimos como todo el cansancio, como todas las preocupaciones, se licuan en esa copa, desapareciendo y transmutando en lo mejor que uno se puede llevar a la boca. Un día que empieza a mejorar, que ya no es tan malo, que según va descendiendo el nivel de la bebida se arregla el mundo.
MALA-SAÑA -y otros bares, pero no tanto- consigue que un día de mierda acabe siendo perfecto. Es el poder que tiene manejar a ese nivel las mezclas, las cocteleras, las proporciones, el divertido y bendito arte de la mixología. Ya saben la receta y el camino a la perfección. “Oh, it′s such a perfect day / I'm glad I spent it with you / Oh, such a perfect day”
Nos vemos en la barra, brindo por ustedes.