ASTURIAS PARAÍSO COCTELERO

El mundo de la coctelería asturiana está viviendo su particular ‘felices años 20’, está en un momento inmejorable.

Pese a haber sufrido mucho durante la pandemia y las restricciones, todo el trabajo empleado a lo largo de años de dedicación y esfuerzo está dando sus frutos. Podemos hablar de una ‘Asturias paraíso coctelero’, que si aún no está registrado el nombre no sé a qué esperan. Pero la innovación, el éxito que disfrutamos ahora, es imposible sin aquellos que pusieron las bases. Insistía siempre el añorado Santi Santamaría que sin la tradición, la historia y el conocimiento básico de los productos, la creación y la revolución son imposibles, y de serlo se quedan cojas.

Hay que recordar a Tomás Antolín, en su MARTANA, que fue de los pioneros en esto e hizo camino donde no había nada; además de ser un paisano espectacular y al primero que conocí (siendo yo un niño que nada sabía de cócteles, mezclas ni copas) y escuché hablar de coctelería, y, junto a su nieto, pude probar algún cóctel sin alcohol salido de sus manos y su genialidad. O al fallecido Miguel Rodríguez, del Pub Miguel, donde decía el periodista Ávila que más dry martini se bebía de Oviedo y donde uno siempre se encontraba en casa con los suyos. Pioneros en esto de agitar, mezclar y hacer felices a los demás. La felicidad, como los buenos cócteles, se consigue por instantes cortos y acciones muy bien combinadas.

Años después, cuando no estaba tan en boga, El Riscal y el Urban de Manu Arango pusieron las primeras piedras en este renacer de la mixología y Nacho Capín anduvo al quite en su I+DRINK. Mención especial a Roberto Valle, maestro de maestros, puesto que de sus enseñanzas lo aprendieron todo Iván y Saúl: supo transmitir todo lo aprendido en su periplo londinense y  alrededor del mundo a una nueva hornada de barmans que surgían con ganas y fuerza. Sin esas ganas de transmitir el conocimiento, de querer ver brillar la coctelería en Asturias cuando en otros lares ya era tendencia, hoy MALA-SAÑA sería imposible. Y como digo MALA-SAÑA digo el resto de coctelerías asturianas que están al más alto nivel: que son muchas y variadas. No quiero dejar pasar la ocasión de mencionar a Lolo Remeseiro, ahora trabajando para el grupo Coca-Cola, uno de los grandes popes de todo esto y un tipo majo y encantador como pocos.

Varsovia, Ópera Café, The Balance, El Patio de Butacas, Soda 917, Meeting Point y San Telmo son algunos de estos locales ya míticos, pese a su más o menos corta trayectoria, porque ya no son templos del arte del beber, sino catedrales. Sitios en los que uno se siente a gusto, bien tratado y disfruta. Sitios a los que volver, pero no tanto como a MALA-SAÑA. Porque cuando mis piernas arrancan hasta allí siento lo mismo que en estas otras coctelerías, pero además que voy a casa. Y no lo digo porque escriba para ellos, porque tengo la libertad absoluta para hacerlo sobre lo que quiera, lo digo porque así lo percibo, porque es la verdad. Disfrutemos de esta edad dorada de la coctelería, una época gloriosa que no ha hecho más que empezar, y de la que tenemos la suerte de gozar.

Nos vemos en la barra, brindo por ustedes.

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