MALA-SAÑA ES NAVIDAD

Ya estamos inmersos del todo y disfrutando de esa quinta estación del año, la más corta y la más intensa, que es la Navidad. Ese momento del calendario, digamos que comprendido entre el día 22 de diciembre con el sorteo de la lotería y el 8 de enero donde volveremos a la normalidad y el gris, en el que todo es más intenso y disfrutamos como nunca, pero también nos acordamos de aquellos a lo que queríamos y ya no están con nosotros, sea por lo que sea. Cada vez los años pasan más rápido, lo que ya no sé es si esta sensación es fruto de la edad que uno va cumpliendo o se debe a lo que he disfrutado; que cada uno saque sus propias conclusiones.

Con los sentimientos a flor de piel y en un mundo tan polarizado como el actual, celebrar es un acto revolucionario y disruptivo, una declaración de intenciones y de andar por la vida. Las navidades son el momento más idóneo para hacer las paces con tus enemigos y tratar de lograr aquello que ‘El Negro’ Fontanarrosa deseaba para sus hijos: “Que sus amigos sonrían al verlos llegar”.

Estos días son de exaltación y jolgorio, así lo atestiguan las luces y la decoración navideña, la música por la calle, las mareas de personas, de aquí para allá, cargadas de bolsas y encontrando refugio en el calor de un bar. Y MALA-SAÑA que siempre está ahí, como ese puerto en el que encontramos la tranquilidad y el disfrute en medio de esta singladura. Ese lugar donde la magia parece posible, donde la Navidad se siente más intensa y todos los días uno puede ser un niño la mañana de reyes. Por su decoración, por sus bebidas, por su gente, por su espíritu, por todo lo que ocurre allí dentro: MALA-SAÑA es Navidad.

Un periodo en el que uno debe desinhibirse casi por obligación, como en las bodas. Tengo un amigo que sostiene que “por Pascua uno debe alcoholizarse con moderación. O no, que cada cual sea libre, pero hay que brindar mucho y todos juntos, por los que quieres y por los que se fueron”. La verdad es que tiene mucha razón, por eso en todos esos brindis alzaremos la copa muy alta y chocaremos las copas de forma muy ruidosa, para que el pasarlo bien suene alto y pueda contagiarse a los de nuestro alrededor.

Agradecer siempre, y más en estas fechas, a todos los que están al otro lado de la barra y trabajan para que otros podamos festejar. Que estén siempre presentes en nuestras conmemoraciones y que sigan haciéndonos pasar tan buenos momentos como siempre hacen. Importante en esta etapa de excesos, tratar de no perder nunca la compostura; y si se hace, que no pasa nada, jamás perder la educación y algo de decoro.

Tanto si este 2023 ha sido provechoso como si ha sido aciago, llega a su fin. Digámosle adiós con la mejor de nuestras sonrisas y los mejores tragos, es la mejor manera de preparar el 2024 que ya llama a la puerta. Un nuevo año lleno de posibilidades: 366 días pueden dar para mucho o hacerse muy cortos.

Nos vemos en la barra, brindo por ustedes. ¡FELIZ NAVIDAD!

 

 

 

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